miércoles, 12 de noviembre de 2014

Costumbres okinawenses

     Hace poco falleció un familiar cercano, y me hizo recordar muchas de las costumbres que todavía se conservan en Okinawa. He aquí algunas de estas costumbres:
  • Los billetes del kooden (香典 – dinero de condolencia) no tienen que ser nuevos, mientras que para los billetes del shuugui (祝儀 – obsequio de matrimonio) si tienen que ser nuevos (un matrimonio es motivo de alegría y todo debe ser nuevo, un velatorio es todo lo contrario).
  • En el kooden, la cara principal del billete se coloca boca abajo, o doblado (la cara del personaje del billete no debe aparecer).
  • Evitar montos de dinero que contengan el número 4 o 9 (por ejemplo 9 000 yenes o 40 dólares. Un homónimo del número 4 es “muerte” mientras que del número 9 es “sufrimiento”).
  • Las mujeres en dulce espera y personas en su año (que cumplen 12, 24, 36, 48, etc.) pueden asistir al velorio pero no van al cementerio. (Ir al cementerio les traerá mala suerte).
  • El camino de regreso del cementerio tiene que ser diferente al de ida. Si se regresa por el mismo camino, es recomendable detenerse en algún lugar, de compras o para comer. (Si algún alma los persigue, se quedará en el camino, y no nos perseguirá hasta casa).
  • No apagar el osenko (お線香/incienso) soplándolo, sino abanicándolo con la mano. (Soplar delante de un altar es considerado mala educación. Mi maestro de artes marciales dice que lo último que hace todo ser humano antes de morir es expirar, por lo que se debe evitar soplar durante el velatorio).
  • Cuando vamos en auto y vemos una carroza, nunca hay que adelantarlo. (Si pasamos a una carroza, llegaremos antes al cementerio, no necesariamente vivos).

      Mi suegro falleció hace algunas semanas. De acuerdo a las costumbres okinawenses, influenciadas por el budismo, cada 7 días durante 7 semanas, es decir 49 días, se realiza una ceremonia, mientras su alma todavía esta entre nosotros. Después de los 49 días, su alma se irá a descansar definitivamente.

      Lamentablemente, no podemos asistir a estas ceremonias, pero desde el otro lado de la tierra, estaremos en contacto.

      Gracias por contarme historias de la guerra en Okinawa; las películas de guerra nunca podrán hacernos sentir lo vivido esos días, los mejores efectos especiales podrán engañar a nuestros ojos y oídos, pero el olor de sangre y carne en las cuevas, esta todavía lejos de ser reproducido. Gracias por contarme historias como la de Choki Motobu (del cual ya escribí hace poco) o “Ichiman-magi (El grandulón de Itoman)”, o del Robin Hood uchinanchu “untamaguirú”.

      Si no hubiera sido por ti, nunca hubiera escuchado de Kamejiro Senaga o Chobyo Yara. Me contaste que tu primer chocolate y goma de mascar lo probaste a los 8 años, gracias a un soldado americano. Cuando estuvimos viendo un programa de televisión sobre la guerra de Vietnam, vimos que los soldados americanos hacían lo mismo con los niños vietnamitas. Allí coincidimos que no lo hacían por buena gente, sino por comprarse la simpatía de los locales.

      Gracias por contarme detalles de la emigración; la fiebre de Uruma, las colonias Okinawa y por qué tu padre no pudo emigrar junto a todos ustedes por haber perdido una pierna durante la guerra, los inválidos estaban impedidos de emigrar. Disfruta de tus últimos dias con nosotros, y descansa en paz.

     Muchas gracias por leernos.

 RR