Una
razón para llorar
Llegamos a
la temporada del año donde los primerizos lagrimean y moquean sin saber por
qué. Los que saben porque lloran, lo hacen de rabia e impotencia. Porque aunque
ya existan vacunas, y miles de medicamentos, es una molestia estar llevando a
todos lados máscaras para cubrirnos las narices y la boca, anteojos para que el
polen de sugui no entre a los ojos,
gotas para los ojos, etc.
Llegó la
época del kafunshou (花粉症-かふんしょう), conocido
como “fiebre del heno” o “hay fever” en otros lugares.
Lo que
muchos no sabemos es que esta enfermedad en Japón es “inventada” por el hombre.
Según el libro “Dogs and Demos” de Alex Kerr, el kafunshou tiene sus orígenes
después de la 2da Guerra Mundial. Para compensar la falta de recursos naturales,
y de trabajo, el gobierno de ese entonces tuvo la idea de empezar a plantar suguis o “Criptomeria” donde fuese
posible.
El árbol de
criptomeria japonesa es usado intensivamente como madera y puede llegar a tener
unos 4 metros de diámetro, y 70m de altura. El plan era que después de unos
años, la madera de estos árboles estarían disponible para su uso, pero la
tecnología avanzó, y aparecieron nuevos materiales que desplazaron el uso de la
madera. Con el paso de los años, el uso de estos árboles nunca se hizo realidad
porque tampoco llegaron a tener un diámetro adecuado para su uso.
Y es aquí
donde esta el verdadero problema. Los árboles fueron sembrados muy cerca entre
sí, el sol no llega a plenitud a todo el árbol, y el tronco solo crece en
altura pero no de grosor. Al no llegar el sol a las flores, los árboles
producen mucho más polen que lo normal, por instinto de supervivencia, para que
su especie no se extinga. Se dice que disminuyendo sólo un 20% de los árboles,
el polen disminuiría en un 80%.
Y que
podemos hacer? Ponernos a cortar suguis?
Por ahora, lo que yo he hecho es cambiar de doctor, y he tenido un Marzo
aceptable y espero un Abril mejor que el año pasado. Y si no resulta, el
próximo año me aventuraré a las inyecciones, que aunque digan que puede afectar
las hormonas, a estas alturas de la vida, menos pelo en el pecho y una voz más
cariñosa no vendrían mal.
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