viernes, 23 de septiembre de 2016

La Doctora Argenta


Lectura recomendada para mayores de 30 años. Historia real, los nombres de los personajes han sido cambiados.



Al terminar la universidad, el primer empleo que pensé tomar con seriedad era una empresa que había crecido exponencialmente. Corría el año 1,994. Con la captura de la cúpula terrorista, y el inicio de las privatizaciones, muchas empresas aprovecharon el acceso al crédito, y se sentía un ambiente de gran optimismo en el sector empresarial. Si bien era cierto que la empresa crecía en ventas y utilidades, el número de empleados no era estable, pues todos los meses renunciaban empleados, casi al mismo ritmo con el que se contrataba nuevo personal. Esta rotación de personal, hacía que los nuevos proyectos se atrasen, la calidad de los productos no sea estable, y muchos otros problemas organizacionales.



Hugo, Paco y Luis, los 3 gerentes y dueños de la empresa mostraron su preocupación ante esta situación, por lo que deciden, después de muchos otros intentos por mejorar la situación, contratar a la Dra. Argenta.



Para explicar la situación de la empresa, creo que bastaría con explicar cómo fue mi primera semana en dicha empresa. Pasaba por la oficina de Hugo, el hermano mayor, de repente se abre la puerta, y al ser la primera persona al que ve, me pide 5 copias de un documento. Tomo el documento, voy a la fotocopiadora más cercana, y cuando estuve colocando el documento en la máquina, Paco, el segundo hermano, y me pregunta que estoy haciendo con dicho documento, ya que era algo no relacionado con mi trabajo. Al explicarle a Paco que fue Hugo quien me pidió las copias, me pide que le devuelva el documento a Hugo, y que le diga que yo no he sido contratado para sacar copias. Contesté afirmativamente, pero por supuesto que no tenía el valor suficiente para decirle a Hugo algo parecido, así que decido ir a la otra fotocopiadora, ubicada en la sección de Contabilidad. Después de sacar las copias, saliendo de dicha sección, me encuentro con Luis, el hermano menor y mi jefe, quien me dice que no debería estar paseando por todos lados.



La Dra. Argenta, una psicóloga argentina, evaluó a un grupo de 12 personas en el que estaba incluido, de un total de unos 80 empleados. Los hermanos consideraban que las 12 personas evaluadas serian, en un futuro cercano, los próximos responsables de tomar las riendas de la empresa. La Dra. nos explicó que la gerencia le pidió que nos evaluara, puesto que los hermanos querían hacer crecer la empresa, pero sin los recursos humanos idóneos, pensaban que el crecimiento era más lento de lo que esperaban.

Durante 2 días enteros, nos hicieron una serie de exámenes, nada fuera de lo común; entrevistas personales, juego de roles donde actuábamos a ser uno de los hermanos, etc.



Después de terminado los 2 largos días, pues muchos estábamos más preocupados por el trabajo acumulado que por los resultados de esta evaluación, la Dra. Argenta nos reunió para informarnos los resultados. La Dra. empezó por decirnos que todos habíamos aprobado la evaluación, no había nadie por debajo del promedio, y que todos nosotros éramos personas con capacidad para dirigir un grupo de personas sin problemas. Muchos mostraron en sus rostros expresiones de alivio. “Déjenme hacerles 3 preguntas” prosiguió la Dra.

-        La primera pregunta que quiero hacerles es ”¿Uds. se sienten a gusto en esta empresa?”

Todos nos miramos unos a los otros, moviendo la cabeza de un lado a otro, contestando negativamente a la pregunta.

-        La siguiente pregunta es “¿Uds. se sienten capaces de salir a buscar otro trabajo ahora mismo?”.

Nuevamente, todos nos miramos unos a los otros, esta vez el movimiento de cabeza era vertical, contestando afirmativamente la pregunta.

-        Y la tercera y última pregunta es “¿Alguien los obliga a trabajar aquí? ¿Alguien les pone una pistola en la cabeza para trabajar aquí?”

Esta vez, nadie miro a nadie, y todos respondieron negativamente a la pregunta.



La Dra. Argenta miro a cada uno a los ojos por más de un segundo en silencio. Yo que estaba sentado en la última fila, note que nadie evito la mirada severa de la Dra. Una vez que la Dra. vio fijamente a los ojos a la última persona, con su dejo argentino, la Dra. nos dijo “En-ton-ces que mi-er-da ha-cen a-quí!”.

“Si este trabajo les jode el hígado, se sienten frustrados, se pelean con su pareja y familiares porque están de mal humor, entonces, váyanse a buscar otro trabajo, ¿no creen? Uds. ya me dijeron que nadie los obliga a trabajar y que se sienten capaces de encontrar otro trabajo. Están aquí por decisión propia, de nadie más”.



Continuo la Dra. “Eso sí, si se quedan a trabajar en esta empresa, Uds. ya saben que los dueños tienen el derecho de tomar las decisiones, y Uds. no tienen otra opción que empujar el auto”.



Todos nos quedamos en silencio. Nadie comento nada y se dio por terminada la sesión. Yo renuncie a esa empresa a los 2 meses, siendo el primero del grupo en renunciar. Después de medio año, la segunda persona del grupo renunció. Los 10 restantes se quedaron en la empresa por varios años más.

Nadie, absolutamente nadie, pensaba que la Dra. nos iba a decir algo así. Muchos esperábamos un discurso a lo Miguel Cornejo (de moda en esa época). La frialdad y crudeza con la que se dirigió a nosotros fue impactante, al menos para mí, en una de mis primeras experiencias laborales.



Recomiendo esta lectura a los mayores de 30 años. Creo que este tipo de experiencia, como en mi caso, apenas saliendo de la universidad, me abrió los ojos a muy temprana edad. Yo recomendaría a los jóvenes que, si se encuentran en una situación parecida, aprendan a ser flexibles consigo mismos; que entiendan que en el mundo real, encontrarán una diversidad de personas, cada una con una forma de pensar distinta; que todos cometemos errores y tenemos que aceptarlos y aprender de ellos. Queremos cambiar el mundo, pero no queremos cambiar nosotros mismos.  



Muchas gracias por leernos.



PD.   Y la última persona de ese grupo, con la que todavía tengo comunicación, dejó esa empresa el año pasado. después de 21 años, llegando a ser Gerente General. ¨Otsukaresama deshita¨ (expresión en japonés que es utilizada cuando alguien termina una labor, como forma de agradecimiento por su esfuerzo y sacrificio) y suerte en tus nuevos proyectos.