Debe haber sido a fines de los 80s, cuando leí un artículo en Seleccciones de Reader´s Digest que me interesó mucho. De vez en cuando recordaba ese
artículo, sobre todo en los últimos años cuando “el calentamiento global”
empezó a aparecer, y el precio de las materias primas a subir.
Hoy, gracias al Internet, pude encontrar información sobre ese artículo.
Aquí un breve resumen:
En 1980, un ecologista y
un economista encontraron una forma inusual y poco académica de resolver sus
diferencias, apostando $1,000. Apostaron sobre los precios de 5 metales en el
futuro, aunque en realidad el interés iba más allá, la visión de los límites
del planeta y de la humanidad. Una apuesta entre un Pesimista y un Optimista.
Ellos lideraban 2
corrientes de intelectuales, a veces denominados “Maltusianismo” y “Cornocopianismo”,
Pesimistas y Optimistas respectivamente. Ambos usan tecnología de avanzada para investigar si el mundo va mejorando o empeorando. Las discusiones nunca llegan a
un acuerdo, muchas veces porque cada uno observa y analiza diferentes mitades
del mundo al mismo tiempo. Los Optimistas encuentran que la productividad en la
agricultura mejora. Los Pesimistas encuentran que la tierra cultivable
disminuye por la erosión y el uso de insecticidas. Los Pesimistas estiman que
las lluvias van a disminuir. Los Optimistas piensan que la gente va a vivir más
años. Finalmente, decidieron una manera
de probar quien estaba correcto prediciendo el futuro del planeta. Acordaron
que 10 años después (Octubre del 1990) iban a revisar sus previsiones.
El Pesimista era el
ecologista Paul Ehrlich, profesor de la Universidad de Stanford y autor del
libro “La Bomba Poblacional” en 1968 que vendió más de 3 millones de copias.
El Optimista era el
economista Julian Simon de la Universidad de Maryland y autor de varios libros,
aunque no tan popular como Ehrlich en los medios académicos.
El economista Simon
supera al Doctor Pangloss, personaje de “Cándido”, cuento del filósofo Voltaire,
quien afirma que “El Mundo de hoy es simplemente el mejor, y que mañana va a
ser mejor todavía”. La razón principal de este pensamiento es que “el hombre
siempre va a ser creativo” para superarse. Si la población crece, no será un
problema, al final, traerá un medio ambiente más limpio, seres humanos más
sanos, y abundancia de alimentos, y ese progreso es infinito, sencillamente
porque los recursos del planeta no son limitados.
El ecologista Ehrlich piensa totalmente lo contrario. Los recursos del planeta tienen que ser divididos entre una población que crece cada año en 75 millones, y para convencer a los economistas de esto, Ehrlich afirmó que las materias primas (commodities) subirán de precio debido a que habrá más demanda (la población crece) que oferta (las materias primas son limitadas).
Y aquí empieza la
apuesta. El economista retó al ecologista a escoger 5 materias primas y el
tiempo que haya de pasar, para comprobar quien tenía la razón. Oficializaron la
apuesta a través sus colegas en sus Universidades, y el ecologista escogió 5
metales, cromo, cobre, níquel, estaño y tungsteno; y en cantidades equivalente
a $200 (en 1980) cada uno, y un lapso de 10 años para comprobar los precios. 10
años después (1990), se venderían esos 5 metales a precio de mercado,
comprobando quien gana la apuesta. Si el precio del mercado de esa canasta de
metales sobrepasaba los $1,000 ajustados a la inflación, ganaba el ecologista.
Si no superaba los $1,000 ajustados a la inflación, ganaba el economista.
En 1990, los precios de
los metales escogidos por el ecologista habían bajado, ganando la apuesta el
economista. Entre 1980 y 1990, la población de la tierra creció en más de 800
millones; pero también se desarrollaron nuevos materiales, se perforaron nuevas
minas, y el uso de computadoras, abarató los costos de procesamiento. El
economista volvió a retar al ecologista, esta vez por $20,000, apuesta que no
fue aceptada.
El economista/optimista afirmaba “Apenas los pesimistas predicen un desastre, este nunca ocurre, y vuelven a predecir otro. No hay que preocuparse de nuevos problemas, necesitamos problemas para proponer soluciones y estar mejor que antes. Los pesimistas nunca aceptan que estamos mejor que antes, y no entiendo porque siempre piensan que estamos al final del abismo. Ellos niegan el poder de nuestra creatividad.”
Sin embargo, eso solo fue entre 1980 y 1990. Todos sabemos
que el precio de las materias primas se han disparado, especialmente en los
últimos 5 años. Los datos a la fecha demuestran que si la apuesta se hubiera
vuelto a hacer, el economista hubiera perdido varias veces.
Lo que quiero
resaltar sobre este relato, no es la suerte del economista, ni la mala suerte
del ecologista; la lección que nos da esta historia es simplemente es que “la
vida da vueltas” y que “nada es eterno”; todo el mundo lo sabe, pero también,
todos nos olvidamos de eso en algún momento.
La historia
también ha cambiado para “Selecciones” donde leí el relato por primera vez.
Recuerdo haber leído varias ediciones de “Selecciones” de los años 40 en la
granja de mis abuelos. En ese entonces, los enemigos del mundo eran los Japoneses,
30 años después escribirían maravillas. Hace 4 años, la revista se declaró en
quiebra por primera vez, y en Febrero de este año por segunda vez. El número de
lectores ha caído drásticamente, la aparición del internet, está afectando a
todos los medios de comunicación impresos.
¿Y qué pasará con
las materias primas? La historia nos enseña que si bien están subiendo de
precio, en algún momento tiene que parar de subir, para luego, en algunos casos
empezar a bajar (Ver la entrada "¿Que está pasando en el Perú?").
Y Uds. Amigos lectores,
¿están de lados de los Optimistas o de los Pesimistas? Creo que es bien difícil
estar a un solo lado, por eso el título de este blog. Recuerden que
cuando todos se paran en un solo lado del bote, el bote se ladea y puede
hundirse. Algunos, tenemos que ir al lado contrario de la mayoría para mantener
el equilibrio.
Muchas gracias
por tomarse la molestia de leernos.
RR
Creo en los problemas que traerá el cenit petrolero y sin embargo, no me creo pesimista, sino más bien todo lo contrario, que viviremos en un mundo mejor.
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